sábado, 8 de noviembre de 2008

Envúelvalo para regalo

-Por favor, déme uno modestito.

La dependienta miró en la base de datos, tecleó a toda velocidad y volvió fijamente la vista a la joven de gafas de pasta.

-Parece usted inteligente, ¿le gustaría uno con un buen nivel cultural? ¿Conversación interesante? Los tenemos en oferta, ¿sabe?
-No, de ninguna forma. Lo que quiero es uno lo más simple posible, que no me de trabajo ni me haga pensar, como una película de Spielberg. Algo comercial que pueda enseñar a las amigas.
-Son más baratos, y con lo que me pide es probable que se termine aburriendo.
-De verdad, hágame caso. Últimamente ando mal de autoestima y necesito algo muy concreto con lo que pueda sentirme superior y no me suponga reto intelectual.

El hilo musical sonaba desde algún punto indefinido y alguien silbaba tras la puerta del almacén siguiendo el ritmo. La clienta de gafas de pasta volvió a repasar el catálogo.

-Bueno, hecho. Tenemos aquí uno prácticamente vacío. Tiene usted suerte, son los más cotizados y casi nunca conseguimos mantener un stock decente. La construcción es casi perfecta, sólido, robusto y tan neutro que en cuanto quiera deshacerse de él no tendrá problema alguno en olvidarlo.
-Eso es genial, me alegro. Realmente lo necesito.
-Lo lamento.
-No se apure, también me estoy haciendo un tratamiento de reducción de personalidad.
-Yo lo hice hará unos dos años y desde entonces me encuentro mucho mejor. Sin preocupaciones, ¡Dónde va a parar!

La mujer de gafas de pasta se sintió reconfortada. La dependienta musitó algo y despareció por un instante. Cuando volvió parecía un poco afligida.

-El que nos queda es un poco desconsiderado, sin programa de amabilidad y bastante desagradecido. Puede que esto no sea lo que usted busca.
-Bueno, es lo que quiere la mayoría, ¿no? Tal vez sea lo que necesito yo también. Quizá así pueda dejar de sentir esta revoltura interna que me acompaña constantemente. A lo mejor debería probar unos cuantos por el estilo, hasta sentirme cómoda con ello y luego ya buscar por la calle uno parecido.
-Siento oír eso pero no soy más que una dependienta y poco puedo hacer por usted.

Un hombre con mono azul salió del almacén llevando una caja de casi dos metros consigo. La depositó en la sala y se fue como vino.

-¿Me lo pueden llevar a casa? Antes tengo que pasar por la peluquería.
-No hay problema.

La mujer tiró las gafas de pasta en la primera papelera que encontró. Ya había comprado un novio hecho y derecho, como los de sus amigas.

Además tenía quince días de prueba sin compromiso.

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